Ayer, mientras leía respecto al trastorno límite de la personalidad, me llamó la atención que algunos expertos decían que este problema se mejoraba a partir de los treinta años de edad y otros que a partir de los cincuenta. Hay muchas frases donde nos dicen que el tiempo cura las heridas, que el tiempo nos hace ver las cosas como son, en los hombres, que el tiempo les aplaca el falo, aunque de acuerdo a Martha Nussbaum y Saul Levmore, resulta que el hombre es muy enamoradizo hasta el final. En el libro de Siete Breves Lecciones de Física, Carlo Rovelli mencionaba que Einstein no pudo definir exactamente lo que era el tiempo, sin embargo, ese concepto está alineado y explicado lo mejor posible con la termodinámica, que el tiempo solo se puede notar cuando existe un intercambio de calor, lo cual tiene sentido pues básicamente somos movimiento y nos transformamos gracias a todo ese mundo invisible a nuestro ojos que nos permite mover; por otro lado, Steve Pinker nos dice que somos un gran milagro ante la inminente entropía que tarde o temprano nos alcanzará, que es precisamente la segunda ley de la termodinámica. En el libro de Astronomía para Gente con Prisa, Neil deGrasse nos incita a reflexionar sobre lo diminutos que somos en el universo, y si lo vemos desde la perspectiva de la relatividad que se muestra en el libro de Historia del Tiempo de Stephen Hawking, así es.
Cada persona es un mundo, y sí, creo que el tiempo puede cambiarnos, nuestros cuerpos comienzan a degradarse, poco a poco empezamos a descomponernos, a tener más problemas físicos, es ahí cuando nos topamos con el concepto de finitud. Con descubrir que a pesar de todos nuestros esfuerzos jamás nos hicimos ricos o pudimos comprar la salud, una dosis de una realidad que puede doler mucho. Algunos descubrirán que no necesariamente el tiempo cura la heridas, sino que las abre y a veces las hará sangrar. Alguna vez escuché que el problema cuando se es joven, es pensar que tenemos tiempo. Schopenhauer decía que no valoramos la juventud ni el presente, hasta que estamos viejos solemos ver hacia atrás y descubrir que todo se fue. En mi caso, así lo vivo, cada vez que anoto mis metas, me doy cuenta que el tiempo es escaso, que no se podrá hacer todo lo que se quiere, y por ello, lo mejor es vivir el presente, valorar lo que se tiene porque esta etapa jamás regresará. Y con todo esto, también tendrás que empezar a lidiar con darte cuenta que para el sistema capitalista cada vez vales menos, por lo tanto, eres más desechable e indeseable, que a pesar de todas esas horas extra en el trabajo, solo eres un número más, que eres reemplazable, los más jóvenes comenzarán a hacerte a un lado, empezarás a apestar y tu existencia empezará a desvanecerse.
¿Hiciste lo que quisiste? ¿Lograste aquello que buscabas? ¿Cómo te sientes hoy? ¿Eres feliz?
Por otra parte, también en la edad están las bondades de descubrir más cosas respecto a la vida, buscar más serenidad, quizá mejorar tu sistema de creencias, descubrir absurdos y reirte, caminar más, ejercitate, valorar lo que realmente vale la pena, desechar lo excedente, dejar ir, seguir evolucionando y mejorando como persona, vecino, empleado, amigo, hijo, padre, etc. Seguir soñando con un mundo mejor, seguir descubriendo nuevos lugares, aromas o alimentos, seguir fascinandote con tantas lecturas, mirar el mundo con ojos de turista, descubrir a la gente que realmente vale la pena, dejar ir, solo fluir.